Hace un par de veranos viajé a Chicago por trabajo. Ya había estado en otras grandes ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, San Francisco o Miami, así que, no sé por qué, pensé que Chicago no me sorprendería tanto. Me equivoqué.
Es una de estas ciudades en la que sientes que, por mucho tiempo que tuvieras, no te alcanzaría para verlo todo. Es imponente. Y como no, a mi me conquistó su arquitectura. Edificios que hablan en mil idiomas, directamente al corazón, tan elocuentes de día como de noche. Y es que esta ciudad es de las que se transforma cuando cae el sol. Como si en cuestión de unas horas adquiriese otra personalidad.
Durante varios días la recorrí, fotografié y admiré a pie, pero me sabía a poco. Hasta que descubrí que, por una módica suma ($150 USD) podía también conocerla desde el aire ¡WOW!
En su momento tuve la oportunidad de hacerlo desde Santiago a Osorno (algún día os compartiré las fotos de aquella experiencia). Así que no me lo pensé y algo nervioso, lo reconozco, me subí al mini helicóptero con mi cámara lista.
No os voy a describir la sensación, porque no hay palabras para hacerlo. Espero que mis fotos hablen por sí solas y os convenzan de hacer este paseo si tenéis la oportunidad de visitar Chicago.