Me di cuenta de algo bien interesante durante un reportaje fotográfico en las bodegas Gonzalez-Byass (las del famoso Tío Pepe) y que les quiero compartir.
Si han paseado alguna vez por el centro de Jerez, seguro se han topado con el inmenso recinto. Les recomiendo que, si tienen oportunidad, entren a recorrerlo. Y es que no sólo es impactante por su tamaño, también porque, en un solo espacio, se mezclan varias corrientes arquitectónicas que se fusionan y complementan entre sí creando un complejo digno de admirar. Aquí tienen mis favoritas:
1. Arquitectura vernácula andaluza
La podemos ver al caminar entre las instalaciones. Recordemos que gran parte de las bodegas son calles de Jerez que fueron adquiridas por Gonzalez-Byass y anexadas al recinto. Se nota en las ligeras pendientes y la estrechez entre aceras que entregan una sensación de cotidianeidad y te sumergen en la esencia más pura del urbanismo andaluz, de adoquines y muros bodegueros.
Esas tan famosas bodegas jerezanas, de estilo propio, que buscan la funcionalidad, -conservar el vino a la temperatura y humedad justas en sus etapas de transformación-, por encima de una estética que sin embargo consiguen casi como “daño colateral”.
2. Arquitectura industrial de hierro
La decimonónica arquitectura industrial de hierro, se puede ver en una de las más famosas bodegas del recinto: “La Concha”. Su diseño se atribuye a Gustave Eiffel, al tener constancia de que el fundador de las bodegas intercambió correspondencia con el gabinete del ingeniero en busca de una construcción circular sin soporte central que vio en unas carpas en una celebración en los Campos Elíseos de París, pero en realidad fue encargada al ingeniero británico Joseph Coogan en 1870 por la fundición sevillana Portilla & White.
3. Arquitectura racionalista
Sin duda un gran ejemplo de esta corriente arquitectónica es la gran bodega del Tío Pepe, creada en 1960 por el arquitecto español Fernando de la Cuadra e Irizar.
Desde fuera, el edificio es un gran volumen horizontal de hormigón y ladrillo visto, únicamente interrumpido por una estrecha y larga escalera exterior y coronado por la inconfundible silueta del botellín con sombrero y guitarra, que ha conseguido transformar un emblema publicitario en una de las caras más amables y reconocibles de la ciudad.
Aunque la sorpresa la encontramos en el interior. El espacio es diáfano como el de las antiguas naves industriales. Pero hay dos elementos que destacan aquí: el primero es el techo de hormigón, circular y majestuoso, que recuerda a una nave extraterrestre y cuyo efecto se potencia y multiplica con el trabajo de luces.
El segundo, y para mí más impactante aún (si cabe), es el cuarto estilo arquitectónico remarcable:
4. Arquitectura deconstructuvista
La intervención del estudio BIA Arquitectos es el opuesto complementario perfecto al interior del edificio sobrio y tan sencillamente honesto que la recoge. La propuesta es un conjunto de volúmenes geométricos blancos, de los que destaca la pirámide, que recogen como camaleón las mismas luces coloridas del “ovni” y que sirven como sala de catas y restaurante.
Seguramente es el contraste tan abrupto el que hace que se encienda la chispa. O tal vez el factor sorpresa. Pero les aseguro que es simplemente impresionante. Vayan a verlo.